Aquella borrascosa tarde se cubrió de un agua sobre todo bermellón, pero también con tonos color canela, naranja, rosa pálido y no tan pálido; granate, violeta, castaño sin purpurina, y con… En fin, que el atardecer nos tiñó las calles de una lluvia de multitud de matices que ni sé nombrar; todos profundamente carnales, eso sí.
Se ocultaba la explicación tras las ráfagas de agujeros que taladraban las nubes. Siguiendo aquel rastro sobre el antes gris cielo la encontramos a ella, que aún continuaba disparando su ametralladora, sembrando de casquillos de pintalabios el suelo.
1 comentario:
Jacinto esto lo había leído hace bastante tiempo, hace tiempo, hace menos tiempo, y ahora. Me encantó, tantas veces como lo leí.
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