Nadie sabía del todo qué sucedía, ni por qué había acontecido y mucho menos cómo las cosas habían llegado hasta ahí. Lo cierto es que el hombre sentado, sosteniéndose el peso de sus pensamientos con la fuerza de sus dos manos, sólo repetía: —No lo puedo creer. No puede ser cierto. —Alguien, ajeno a la situación e inocente de confusión, se acercó hasta la altura de su mirada y le dijo:
—Hasta que no lo creas no dejará de pasarte.
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3 comentarios:
excelente micro relato, contundente, con la fuerza necesaria.
Me encantaron la fuerza de la imagen descrita y la idea del texto.
Porque el lector termina de escribir el relato, gracias Daniel y Javier.
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