Sentada en el umbral a estas horas ¿esperás a otro? No llegaré a saberlo. Te levantás de un salto al ver que voy a entrar.
—Perdón— decís y te ruborizás; como si estar allí fuera un delito; como si alguna vez lo hubiera sido.
Espiaré por la mirilla una vez dentro para ver si volvés a sentarte. No lo harás.
Abriré la puerta. Intentaré llamarte; pedir que te quedes en mi umbral todo el tiempo que se te dé la gana, pero ya tu aura se pierde al doblar la esquina.
Por alguna razón me entristecí. Como si yo fuera Dios y acabara de expulsarte del paraíso.
Sobre el autor: Fernando Puga
3 comentarios:
me conmovio el relato,muchas veces me siento asi...culpable???no se si es la palabra...pero me senti la protagonista del umbral.Buen relato¡¡¡
si logró emocionarte, justificado está el relato. ¿Culpa? Quién sabe. A lo mejor incomunicación inevitable.
Gracias por tu comentario.
Qué hermosa puede ser una idea sencilla.
Me gustó mucho, Fernando.
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