ARMADURA DE PAPEL
Roberto Ortiz
Quisieron aislarlo del mundo y lo encerraron en una celda de metal. Tormentas y pesadillas fueron sus sueños proyectados en la realidad. Cabizbajo, el prisionero ideó una salida y se alistó para emprenderla. Guardias sin voz lo veían llorar día y noche arrodillado sobre el acero, que era cama y baño a la vez, pensando que rezaba. Eran tiempos de desidia. La pestilencia del mar, a pólvora y a sangre, era el único alimento.
Nadie sabrá lo que sucedió luego, pero en la milésima noche un estampido destruyó la habitación. Los guardias sólo vieron, con asombro y sumisión, el puño de la libertad convertida en gritos y en palomas de papel. A miles de kilómetros de aquel suceso y desde los cuatro puntos cardinales, cientos de voces se levantaron, adiestrados durante la tregua, en el silencioso arte de derrocar imperios con la imaginación.
Ilustración: Salvador Dalí
Nadie sabrá lo que sucedió luego, pero en la milésima noche un estampido destruyó la habitación. Los guardias sólo vieron, con asombro y sumisión, el puño de la libertad convertida en gritos y en palomas de papel. A miles de kilómetros de aquel suceso y desde los cuatro puntos cardinales, cientos de voces se levantaron, adiestrados durante la tregua, en el silencioso arte de derrocar imperios con la imaginación.
Ilustración: Salvador Dalí
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