LA MÁQUINA
Eduardo M. Laens Aguiar
La máquina la golpeaba con violencia y sin respiro, dejando marcas imborrables en su cuerpo. Cada vez que el castigo parecía haber cubierto alguna zona sensible de su figura, todo volvía a empezar, una y otra vez, de la cabeza, a los pies.
Varas de metal se erguían desde un oscuro pozo para imprimirle profundas magulladuras.
No podía pedir piedad, clemencia o compasión, se creía en el más terrible círculo del infierno, objetivo de una condena eterna que suponía inmerecida.
El autor hizo girar el rodillo y extrajo el papel que resumía su obra. La observó atento, orgulloso y satisfecho por el trabajo cumplido.
Ilustración de René Magritte
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