LA GORGONA
Jorge Martín
La primera vez que la vi me dejó paralizado con su mirada feroz y ojos inyectados. Me sentía como de piedra, aunque quería al menos saludarla, no conseguía articular palabra.
—Vamos nena —dijo mi suegra y mi mujer me rogó con la mirada que no dijera nada.
—Mama arreglate un poco ese pelo.
—¿Qué tiene? Recién me lo teñí. —Se miró en el espejo del comedor y dio un grito desesperado antes de caer desmayada. La horrible imagen que le devolvió el reflejo le hizo probar su propia medicina. No llegue a tiempo para atajarla.
—Vamos nena —dijo mi suegra y mi mujer me rogó con la mirada que no dijera nada.
—Mama arreglate un poco ese pelo.
—¿Qué tiene? Recién me lo teñí. —Se miró en el espejo del comedor y dio un grito desesperado antes de caer desmayada. La horrible imagen que le devolvió el reflejo le hizo probar su propia medicina. No llegue a tiempo para atajarla.
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