RESOLUCIÓN DE LOS CONTRARIOS
Paola Cescon
Todo comenzó de pequeña, cuando mi sabio abuelo Huang-ti me contaba historias para que pudiese conciliar el sueño. De todas ellas recuerdo particularmente una que rezaba esta frase: “Nadie puede matar a un dragón, porque para matarlo hay que verlo, los dragones sólo son visibles para aquél que los ama, y nadie mata a quien ama”.
Hoy, pasados varios años, logré por fin descifrar aquellas viejas historias que escuchaba hasta el hartazgo. Deambulando presa del insomnio, el lago me reflejó mordiéndome la cola, ouroboros, creo, nos llamaba él. Pude entonces entender el porqué de mi extraño nombre: K´uei, dragón terreno. La luna delató la sombra de mi monstruo, decidí que la alquimia que debía neutralizar mis tendencias adversas no había funcionado.
A pesar de amarme, tomé la espada de San Jorge y la clavé hasta lo más profundo de mis entrañas.
Hoy, pasados varios años, logré por fin descifrar aquellas viejas historias que escuchaba hasta el hartazgo. Deambulando presa del insomnio, el lago me reflejó mordiéndome la cola, ouroboros, creo, nos llamaba él. Pude entonces entender el porqué de mi extraño nombre: K´uei, dragón terreno. La luna delató la sombra de mi monstruo, decidí que la alquimia que debía neutralizar mis tendencias adversas no había funcionado.
A pesar de amarme, tomé la espada de San Jorge y la clavé hasta lo más profundo de mis entrañas.
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