Malcolm McDonald era genial para algunas cuestiones y un reverendo imbécil en otras. Construyó una máquina del tiempo, pero como no sabía para qué usarla pasaron los años y nunca viajó a ninguna época. Sin embargo, un día se enteró de que la reina de Inglaterra había ofrecido un millón de guineas al primer hombre que pariera a otro ser humano. Malcolm viajó al pasado, y aunque su máquina no llegaba hasta el Génesis, en Lublin, Polonia, 1878, conoció a un judío vago y borrachín llamado Adam Adamski que cohabitaba con su hija Eva. Borrarle el ombligo a Adam fue sencillo; lo llevó a Buckingham. La reina tuvo que aceptar el hecho consumado y soltó la pasta para sacarse a los dos tarados de encima. Malcolm se aficionó al ajenjo y se gastaron el millón en menos de un año.
JUEGOS FLORALES 2024
Hace 2 meses
1 comentario:
Siempre hay algo interesante en qué gastar un millón de guineas.
Saludos
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