—Extraño tanto mi patria, su tierra, su sol… —solía decir mi abuelo.
—Viejo idiota —retrucaba mi abuela.
Y, resignada, bajaba su vista al piso y a continuación se dirigía a mí:
—Me puede decir, m´hijo, ¿qué patria puede extrañar un gitano?
—Viejo idiota —retrucaba mi abuela.
Y, resignada, bajaba su vista al piso y a continuación se dirigía a mí:
—Me puede decir, m´hijo, ¿qué patria puede extrañar un gitano?
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