27 MATICES
Jacinto Deleble Garea
La niña tomó sus rotuladores y pintó sobre los espacios blancos del código de barras del bote de champú un arco iris de dieciséis colores.
—Muy lindo, cariño —dijo su madre cuando se lo mostró, aunque sin dejar de trabajar en el ordenador—, ¡y sin salirte de las rayas, qué bien!, pero ahora déjame ¿eh?, que tengo que terminar este informe para mañana.
Al día siguiente, cuando abrió su portátil en la sala de juntas para hacer la presentación descubrió que su hija se había superado. Las blancas teclas del ordenador que representaban las letras estaban coloreadas como un diminuto jardín bonsái florecido en veintisiete tonalidades.
Al principio tuvo que sacar su pañuelo para contener las lágrimas y los socios se preocuparon un poco, pero no hubo de qué: tan animada y optimista resultó su propuesta de inversiones que fue aceptada de inmediato.
—Muy lindo, cariño —dijo su madre cuando se lo mostró, aunque sin dejar de trabajar en el ordenador—, ¡y sin salirte de las rayas, qué bien!, pero ahora déjame ¿eh?, que tengo que terminar este informe para mañana.
Al día siguiente, cuando abrió su portátil en la sala de juntas para hacer la presentación descubrió que su hija se había superado. Las blancas teclas del ordenador que representaban las letras estaban coloreadas como un diminuto jardín bonsái florecido en veintisiete tonalidades.
Al principio tuvo que sacar su pañuelo para contener las lágrimas y los socios se preocuparon un poco, pero no hubo de qué: tan animada y optimista resultó su propuesta de inversiones que fue aceptada de inmediato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario