Suele rondar las calles clavándole el diente a palabras desprevenidas, secuestrando vivencias ajenas, rapiñando anécdotas. Cualquier cosa puede terminar devorada por la criatura, nada está a salvo de su hambre, de su codicia, de su terrible necesidad de alimentar transformaciones. Siempre está tejiendo sus redes invisibles, más atento a dar vida a una frase ingeniosa, una metáfora original, un giro desusado, que a quien agoniza a su lado. A no ser que lo vea, de improviso, como materia prima, como algo reciclable. Vampírico, nebuloso, sabe que no existe más que en esas metamorfosis. Que solo en las ficciones que produce puede reflejarse. Sin ellas, es apenas otro fantasma perdido en la ciudad, inmensa y no menos impiadosa.
Ilustración: Salvador Dalí
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