LA BASTILLA 2/7/1789
Saurio (y el marqués de Sade)
Asomado por el ventanuco de su celda, el obeso prisionero con un megáfono de cartón, arengaba a la multitud sorprendida:
—¡Franceses! ¡Un esfuerzo más, si queréis ser republicanos! ¡No olvidemos que esta religión pueril es una de las mejores armas en manos de nuestros tiranos: uno de sus primeros dogmas era: “Dar al César lo que es del César”; debemos destronar al César y ya no darle nada más...
—¡No entendemos! —gritó un pescadero desde la calle.
—Mirad cómo los legisladores griegos, compenetrados con estas ideas, trataban el libertinaje; muy lejos de prohibirlo, embriagaban con él al ciudadano; no le prohibían ninguna clase de lubricidad...
—¡Más claro!
Decidido a hacerse entender, abandonó la prosa barroca y gritó:
—¡Sexo, droga y minué!
Las masas aullaron enloquecidas y se fueron a preparar la Revolución.
Ilustración: Salvador Dalí
—¡Franceses! ¡Un esfuerzo más, si queréis ser republicanos! ¡No olvidemos que esta religión pueril es una de las mejores armas en manos de nuestros tiranos: uno de sus primeros dogmas era: “Dar al César lo que es del César”; debemos destronar al César y ya no darle nada más...
—¡No entendemos! —gritó un pescadero desde la calle.
—Mirad cómo los legisladores griegos, compenetrados con estas ideas, trataban el libertinaje; muy lejos de prohibirlo, embriagaban con él al ciudadano; no le prohibían ninguna clase de lubricidad...
—¡Más claro!
Decidido a hacerse entender, abandonó la prosa barroca y gritó:
—¡Sexo, droga y minué!
Las masas aullaron enloquecidas y se fueron a preparar la Revolución.
Ilustración: Salvador Dalí
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