FANTASEANDO
José Luis Vasconcelos
—Bienvenido señor agrimensor, ¿tuvo buen viaje?
—Sí, señoría, por supuesto. Fue una agradable experiencia.
—Muy bien, ¿gusta un café? ¿Se encuentra cómodamente instalado en nuestro sencillo pero confortable hostal?
—Sí, señor. Me siento agobiado por tanta amabilidad —musitó K.
—No, amigo agrimensor. Eso y más es lo que usted merece. Gente como usted hace falta en el mundo. Sírvase tomar un habano…
K sonrió complacido. Ajustó su corbata y sus enormes ojos negros iluminaron el rostro que sonreía infatigable desde el fondo del desportillado balde agua.
—Sí, señoría, por supuesto. Fue una agradable experiencia.
—Muy bien, ¿gusta un café? ¿Se encuentra cómodamente instalado en nuestro sencillo pero confortable hostal?
—Sí, señor. Me siento agobiado por tanta amabilidad —musitó K.
—No, amigo agrimensor. Eso y más es lo que usted merece. Gente como usted hace falta en el mundo. Sírvase tomar un habano…
K sonrió complacido. Ajustó su corbata y sus enormes ojos negros iluminaron el rostro que sonreía infatigable desde el fondo del desportillado balde agua.
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