El cuadro era así: una niña, al lado de una cama desordenada, sentada en una silla, junto a una mesa de noche, con la cabeza recostada sobre su brazo derecho y con la mano izquierda caída, pendular, hacia el suelo. Entendemos que no está dormida, está muerta. Ha estado cuidando de un enfermo: algunos frascos de medicamentos en la mesa de noche nos lo indican. Lo extraño es que sólo algunos observadores advertimos que en el gran ventanal, a espaldas de la niña, escapa furtivamente una silueta, aferrada a una guadaña.
Ilustración: M.C.Escher
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