EL DIFUNTO Y LOS HEREDEROS
Ambrose Bierce
Un Hombre murió dejando una gran fortuna y muchos apenados parientes que la reclamaban. Después de unos años, cuando la justicia había fallado contra las pretensiones de todos, menos uno, este, a quien se le concedió el legado, pidió a su Abogado que lo hiciera tasar.
—No queda nada para tasar —dijo el Abogado, embolsando sus últimos honorarios.
—Entonces —dijo el Demandante Exitoso—, ¿de qué me sirvieron todos estos pleitos?
—Usted ha sido un buen cliente para mí —respondió el Abogado, recogiendo sus libros y papeles—, pero debo decirle que revela una sorprendente ignorancia acerca del propósito de los pleitos.
—No queda nada para tasar —dijo el Abogado, embolsando sus últimos honorarios.
—Entonces —dijo el Demandante Exitoso—, ¿de qué me sirvieron todos estos pleitos?
—Usted ha sido un buen cliente para mí —respondió el Abogado, recogiendo sus libros y papeles—, pero debo decirle que revela una sorprendente ignorancia acerca del propósito de los pleitos.
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