La tensión había llegado al límite. La pieza estaba montada con germánico rigor. El centro de la escena gravitaba sobre la mano rígida del asistente, quien decidió dar otra vuelta de tuerca. Se oyó un crujido agudo y al unísono, el mecánico vociferó: —¡Bestia, te dije que ese tornillo no aguantaba más!
sábado, 20 de septiembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario