ASUNTO DE ARAÑAS
Roberto Ortiz
Más como un lamento que como cualquier otra cosa, la araña apenas refunfuñó. Era su enésimo intento acrobático: una voltereta, un leve alargamiento de las extremidades, un bostezo, para acabar en un vuelo perfecto desde la otra araña de cristal. Mientras caía pensó en las innumerables sensaciones que le depararía el destino. Con la inmediatez de los pensamientos parió toda una generación de arañas cibernéticas que, pensó, reemplazarían a los virus digitales. Lo que nunca imaginó es que acabaría con el vientre reventado frente a la pantalla de cristal líquido, con sendos fotogramas del Hombre Araña.
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