EL ARCÁNGEL DE LA ESCALINATA III
Amélie Olaiz
La necesidad se volvió apremiante al ver la tarde nublada. Ya no la puedo controlar. Soy un adicto. Me es imprescindible el dócil tacto de la túnica sobre mi piel, el maquillaje, las alas... Deslizándome despacio entre las nubes bajas llegué a la escalinata, frente al templo. Cada acción fue poseedora de mi atención plena; mano sobre el pasamanos, pie derecho un peldaño arriba. Aspiración profunda y expiración lenta, muy lenta... Inmóvil. El tiempo se fundió con la niebla y el mimo se apoderó de mí, sólo sentía la fuerza de las miradas. Mimo, audiencia y yo unidos para crear un arcángel.
Una mujer, sin mirarnos, abrió su bolso, sacó unas monedas y las dejó caer a mis pies. Me quité las alas, recogí el dinero y me fui de allí.
Una mujer, sin mirarnos, abrió su bolso, sacó unas monedas y las dejó caer a mis pies. Me quité las alas, recogí el dinero y me fui de allí.
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