Contempló el cuerpo dormido de su amante, bajo la tenue luz de las estrellas. Tenía grabadas sobre la piel cada una de sus caricias, que habían acallado la soledad aullante de su ser. El vacío insondable que había sido su vida se diluía en su memoria, mientras sus dedos recorrían suavemente, una vez más, aquellas formas alienígenas. Supo que jamás volvería a la Tierra.
lunes, 5 de enero de 2009
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