En cuanto lo vi en el puente con la mirada perdida y el rostro confuso supe que necesitaba ayuda. Como me considero un buen psicólogo, decidí socorrerlo.
Me acerqué, le ofrecí un cigarrillo y nos quedamos conversando largas horas apoyados en la baranda.
Ya casi amanecía cuando apreté el gatillo. Aguanté el cuerpo con el hombro y disparé por segunda vez a su cabeza. Luego, con un empujón, lo tiré al río.
Me alejé con paso sereno y la satisfacción del deber cumplido. No hay nada que me ponga más contento que ayudar a los suicidas indecisos.
(Primera mención, concurso literario Psi XXI año 2003. Seleccionado en el Festival de Cuento Breve Latinoamericano. Revista LEA. Año 2004)
(Primera mención, concurso literario Psi XXI año 2003. Seleccionado en el Festival de Cuento Breve Latinoamericano. Revista LEA. Año 2004)
1 comentario:
Simplemente excelente! gracias por compartirlo
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