El amigo del amigo de mi amigo acababa de llegar a Madrid y acepté hospedarlo. Fue un error. No bien abrí la puerta me disparó a quemarropa. Lo curioso fue que, desde ese momento, el corazón comenzó a latirme cada vez más deprisa.
No le quedó otra a mi marido que dejarme, para él ya estaba muerta.
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