Como cada día, los empleados municipales llegaron a las doce treinta de la mañana para poner en marcha el sistema de control.
Las numerosísimas palomas amenazaban ya la vida de la ciudad. Pisábamos sobre una enorme masa de excrementos animales, y los edificios públicos se estaban deteriorando rápidamente. Los efectos eran peores que los de la lluvia ácida.
Los operarios sacaron de la furgoneta unas grandes redes. En ese momento la plaza se quedaba como congelada, las personas quietas, los animales expectantes.
Pocos minutos después, las redes estaban repletas de una caza abundante. Quince personas atrapadas en su interior gritaban y blasfemaban.
Pero los empleados habían cumplido con sus órdenes. Había que mantener el control sobre la población que alimentaba a la plaga.
7 comentarios:
hay un mensaje oculto tras este escrito???
¿Debería tenerlo? No, para nada, es justo lo que parece. Una situación real contada con algo de ironía.
Me gustó, Javi. Más que plaga, somos un virus.
Un saludo.
Gracias Víctor, y desde aquí aprovecho para felicitarte por el gran nivel de todos (todos) los textos tuyos que se están publicando en estos blogs. Mi enhorabuena.
La mejor solución: atacar la causa del problema.Javi se dió cuenta.
bien JAvier!
Lo mejor de hacer algo bien (si es que de veras lo está) es tener el placer de teneros aquí...
Gracias Miguel, Ogui... sois la amabilidad personificada.
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