Se veía venir, sólo era cuestión de tiempo. Comía ya muy poquito: picoteaba de vez en cuando, pero sin apetito. Tampoco bebía demasiado. Por eso ha estado estos últimos días cabizbajo, casi inmóvil. Siempre me pareció un poco triste verlo encerrado detrás de esos finos barrotes de la jaula pero con el tiempo acabé por acostumbrarme. Aunque pueda sonar egoísta, me gustaba verlo ahí, preso, porque me ofrecía la compañía que necesitaba en mis largos ratos de soledad. Y cuando cantaba para aliviar mis penas, su melodía se sumaba a la mía, fundiéndose en una sola. Pero no es bueno encariñarse de un animal de compañía. Luego se mueren, como acaba de ocurrir, y te quedas solo, agitando las plumas mientras piensas con cuál de los hijos del anciano con el que has compartido encierro todos estos años, cada uno a su modo, te vas a quedar.
Tomado de Realidades para Lelos
3 comentarios:
Muy bueno
¡Espléndido! Lo tnedré en cuenta para alguna antlogía de microrrelatos.
Me alegro que te gustara, María del Pilar. Sergio: si te acaba convenciendo, ya me lo harás saber. Sería un placer. Saludos a ambos.
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