Julia lavaba los platos, cuando oyó un chillido proveniente de arriba.
Laurita, pensó.
Al entrar en el cuarto de la niña, se topó con el desastre.
Laurita, arrodillada en el piso alfombrado, descargaba martillazos sobre los restos del gatito nuevo.
—¡Laura Antonia Pelletieri! ¡Me vas a enloquecer!
La nena soltó el martillo, retrocedió a gatas, puso cara de “yo no fui”.
—No lo puedo creer —gritó Julia—. ¿Otra vez lo mismo? ¿Acaso no me escuchás cuando hablo?
Laurita permaneció muda.
—No, claro. ¡Vos no ténes idea de cuánto cuestan estas alfombras! Te dije que podés asfixiarlos con bolsas de nylon.
—Eso es aburrido —dijo Laurita—. Los animales tardan en morir y no hay sangre.
Julia bufó y dijo:
—Yo, a tu edad, prefería las torturas. Y lentas. Pero ahora los chicos quieren todo rápido, y con sangre. O ustedes son muy ansiosos o yo me estoy volviendo vieja.
2 comentarios:
¡Ay!
Excelente! Me gustó mucho!
Saludos!
Publicar un comentario