A pesar de la dureza del ataque y la inferioridad numérica de sus tropas, el rey conseguía resistir el asedio sin arrojar la toalla. No se doblegó cuando la caballería y la infantería resultaron aniquiladas casi al completo, víctimas de una calculada maniobra ofensiva rival. Ni cuando las torres de la muralla se desmoronaron dejando un flanco abierto que permitía la entrada enemiga. Aun así, con el ejército mermado, hicieron lo imposible para defenderse. Pero cuando llegó el mensajero anunciando que habían asesinado a la reina en una emboscada, calculó las escasas posibilidades de vencer sin la ayuda de su esposa y se rindió. Cayó al suelo y las blancas ganaron.
Tomado de
Realidades para Lelos
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