Todos me recordaban a Juan. Las manos de Enrique, la picardía de los ojos de Andrés, los chistes de Santiago, el modo de andar de Pepe, la medio sonrisa en la cara de Paco, los silencios de Víctor en medio de una frase, la inclinación de la cabeza de Eduardo cuando encendía un cigarro, el pelo siempre revuelto de Javier, las miradas poco disimuladas de Sancho hacia mis piernas, sí, ésas también eran de Juan, el guiño travieso de Abel después de la broma, el modo en que Fernando me cedía la silla, los sesudos discursos de Pedro, la conversación intrascendente de Jorge, la forma en que Alfonso abrazaba mi cintura para bailar juntos,... Estando con todos ellos, he estado con él y he disfrutado de todos sus encantos, de uno en uno. ¿Qué ha habido de malo en mi modo de actuar? ¿Qué es lo que tanto daño le ha hecho en mi comportamiento? ¿Por qué él no ha podido reconocerse, como yo lo hacía, en todos ellos?
Tomado del blog
Microrrelatos al por mayor
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