Y llegó esa primera noche. Temblando, se acercó a ella despacio, más por miedo real que por tratar de no ser brutal. Ella era casi invisible en esa luz, pero se la podía adivinar esperándolo con sus ojos abiertos hacia él, como siempre. Esta decisión, este viaje en nave había salvado tantos años de timidez, de indecisiones. Al fin estaban libres de todas las miradas.
La luz de la Luna la mostró tan desnuda como estaba él, tan serena que contrastaba con su propia agitación. En su desasosiego notó, sin embargo, la primera reacción en años que no seguía su entusiasmo.
Preguntó con la mirada y por toda respuesta hubo un momento de hesitación, un pequeño freno en los brazos, un lapso diferente en el movimiento de los labios.
Desesperado encendió la luz pero sólo para ver cómo su imagen en el espejo huía para siempre dejándolo vacío y solo.
Héctor Ranea
La luz de la Luna la mostró tan desnuda como estaba él, tan serena que contrastaba con su propia agitación. En su desasosiego notó, sin embargo, la primera reacción en años que no seguía su entusiasmo.
Preguntó con la mirada y por toda respuesta hubo un momento de hesitación, un pequeño freno en los brazos, un lapso diferente en el movimiento de los labios.
Desesperado encendió la luz pero sólo para ver cómo su imagen en el espejo huía para siempre dejándolo vacío y solo.
Héctor Ranea
4 comentarios:
Señores, hay que cubrir todos los espejos...
muy bueno Ranea...
Espectacular. ¡Me encantó!
Espectacular y especular.
Preguntadle al protagonista... ahí les quiero ver... :)
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