—Abre tu mente— dijo el gurú con las manos apoyadas sobre mi cabeza y los ojos entornados como quien busca bajo los párpados la cara de Dios, cuando fui en busca de ayuda para desbloquearme.
Resultó. Desde entonces las águilas no dejan de hurgar en mi cerebro confundiéndolo con el hígado de Prometeo y desgarran el lóbulo donde se asientan las musas que nutrían al poeta que habita en mi voz.
Temo que no podré volver a juntar los parietales.
Resultó. Desde entonces las águilas no dejan de hurgar en mi cerebro confundiéndolo con el hígado de Prometeo y desgarran el lóbulo donde se asientan las musas que nutrían al poeta que habita en mi voz.
Temo que no podré volver a juntar los parietales.
2 comentarios:
Terrible, buenísimo.
difícil la vida del poeta...
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