Era el mejor árbitro de la competición, pero todos decían que era una desgracia para el fútbol. Cada vez que arbitraba un partido (de cualquier categoría y en cualquier instancia) perdía el equipo local. Y ni siquiera era un mal árbitro: era un gran atleta y corría durante todo el partido; estaba al pie de la jugada y no dejaba pasar infracción; sacaba las tarjetas justas y dialogaba con los jugadores para evitar los excesos. Pero de todas formas siempre perdía el equipo local. Tuvo que retirarse joven porque ningún equipo quería que arbitrara sus encuentros y porque estaba acabando con la hinchada. Ya no acudían al estadio para exigir una victoria sino una derrota con pocos goles.
Tomado del blog: http://www.minicuento.com/
Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo
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2 comentarios:
Hola Alejandro,un gusto leerte.Un saludo grande.
Neli :)
muy bueno Alejando...
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