Carlos Gardel, el famoso acróbata aéreo, se disponía a lanzar su Piper Laurie XL-95 hacia los cielos de Medellín cuando una voz femenina susurró en su oído.
—No vayas, morirás.
—¿Ah, sí? ¿Y quién lo dice?
—Yo, Rusiana, la mujercita que vive en tu oreja.
—¡Rusiana! ¡Cuánto tiempo! ¿Dónde te habías metido?
—Te anduve explorando por dentro y llegué a la conclusión de que lo tuyo es el canto, no la acrobacia aérea.
—¡Ah, las mujeres! Mi instructor de vuelo, el gran Segismundo Froi, siempre me decía: “Nadie entiende a las mujeres”.
—¡No vayas, Carlos!
—¡Por favor!
Carlos Gardel elevó su nave, hizo mil piruetas y no le pasó nada. Hoy, a punto de cumplir ciento veintiún años, vive solo y olvidado en el geriátrico “Remanso de Paz” de la calle Humboldt. Rusiana se mudó del oído al páncreas porque no soporta los ronquidos del viejo.
Sergio Gaut vel Hartman
3 comentarios:
Hola, coincido con el anterior comentario.Interesante.
Neli :)
genial Sergio. Impecable anecdotario de un gran piruetista porteño...
GENIAL!!
Podría haber sido así....
Hipotético.
EXCELENTE SERGIO
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