Hay una casa, en medio de algún lugar de un bosque, donde una pequeña vieja muy arrugada y encorvada abre siempre la misma pesada puerta de madera y te recibe con flores silvestres, mermeladas caseras y una tostadora desde donde el pan salta a la mesa como chorros de agua a tu boca.
Las habitaciones son frescas en verano y con coloridos cubrecamas artesanales que huelen a historia, en el invierno.
Cuando abrís la ventana entra el mundo.
Yo sé que algún día voy a llegar. Mientras tanto voy pisando las uvas del incierto camino para no olvidar que bajo mis pies el suelo fluye como el vino a las copas.
Tomado de Espejitos de colores
1 comentario:
Este cuento también huele a historia. A una bonita historia.
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