—¿Lo conozco de algún lado? —dijo mi imagen mientras me afeitaba—. Me parece que sí, lo recuerdo perfectamente.
—No lo creo —respondí.
—Entonces asesiné a su hermano mellizo.
—En ese caso —refuté— debería llamarlo suicidio.
—Está loco, desvaría. Lo asesiné, le digo.
—Si yo estoy loco el agujero en su pecho es producto de mi imaginación. —Mi reflejo metió un dedo en el hoyo y lo sacó limpio.
—¿Ve? —se rió—. No hay tal suicidio.
—¡Le digo que sí! —exclamé, airado y caí redondamente muerto.
Acerca de
Sergio Gaut vel Hartman
3 comentarios:
me encanta este juego de opuestos, esta variación de un tema de Poe o de Borges...
¿Quién puede saber la verdad mejor que uno mismo? El hombre quiere tener razón siempre aún cuando no la tiene. Y es capaz de morir por sus ideas, aún por las más absurdas.
Uno sabe un montón de uno mismo pero tiene que hablarse como dirigiéndose a otro, a ese que aparece en el espejo. Buenísima obra de arte.
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