Le costaba caminar, cuánto tiempo sin hacerlo. Estaba entumecida, dolorida, rígida, yerta, acalambrada. Demasiados días allí sentada, horas y horas moviendo un pie y luego el otro, flexionando las rodillas, arqueando los codos, girando el cuello. Lo peor eran las cuerdas. Pensando que la felicidad es correr y cortar el viento, saltar y tocar las estrellas. Soñando ser su propio dueño, levantó la mirada, se estremeció, lo distinguió a lo lejos. Él la observó y aceleró su caminar. Se quedó quieta, inmóvil, como si una fuerza externa hubiera paralizado sus extremidades. Presa del pánico, cerró los ojos en el mismo momento que él la asió por el cuello, y volvió a ligar las cuerdas a la cruceta. Por sus mejillas, de madera, caían dos lágrimas. Maldito destino. Volvía a ser una marioneta.
© Xavier Blanco 2011.
Tomado del blog:
Caleidoscopio
5 comentarios:
muy bueno...
Gracias amigo, seguimos aprendiendo todos los días, de todo y de todos.
Aquí puedes encontrar mas cosas:
http://xavierblanco.blogspot.com
Saludos,
Xavier
Aquí también!!!!!!!!!!
Estoy echando un vistazo porque aquí tengo que ponerme al día y te encuentro. Es muy bueno.
excelente :) gracias por compartirlo.
Gracias Montse, los parabienes corresponden a los amigos de Helicondia, ellos son los que eligen los textos.
Amig@ de nombre indescifrable gracias por leer estas páginas, gracias por el comentario. He visto que has visitado mi humilde morada.
Un abrazo a los dos...
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