Algunas confusiones pueden resultar beneficiosas; eso fue lo que pensó Andros cuando lo metieron en el cajón equivocado. Al principio, los aromas del lugar lo perturbaron un poco, pero no porque fueran desagradables sino, por el contrario, debido a que la infrecuente mezcla de olores lo transportó a un plano de percepción expandida que no conocía. De naturaleza sociable, no tardó en hallar temas de conversación y una hora después de su arribo podía decirse que era como de la casa. Gran parte del mérito hay que adjudicárselo a las bombachas, que lejos de rechazar al calzoncillo, se excitaron con solo imaginar las infinitas posibilidades que se abrían a partir del involuntario error de la dueña de la cómoda.
Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman
3 comentarios:
Ja ja, sí que me has sorprendido con este gran giro final, Sergio.
Un abrazo
señor, como juega usted con nosotros...
Yo no fui. La ropa interior tiene vida propia...
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