Antes jugaba. Un día leyó en el tratado de probabilística por Él mismo escrito que las posibilidades se equiparan en el infinito. Ahí se dió cuenta de que era al pedo seguir con los daditos: Su condenada perfección y Su maldito sentido de justicia le iban a impedir a Él dejar que su imaginario rival o Él mismo ganaran alguna vez. Lo condenaban a un aburridísimo, bilardiano y previsible empate perpetuo. Lo tiró a la mierda al cubilete. Y ahí comenzó el mundo. Al rato, cuando vió lo que había hecho, pensó que como había caído iba a quedar. Pensó también que estaba todo demasiado oscuro.
—Hágase la luz —dijo. Y la luz se hizo.
1 comentario:
muy buena variación cosmo-lúdica...
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