EL ARCHIVO MADRE
Jorge Martín
Enviaba a sus sicarios. De nombres conocidos, parecían no sospechar la manipulación que los impulsaba, pero detrás, y escondida como un inocente compendio de unos y ceros, Ella devoraba incansable y con apetito feroz frases enteras sin masticarlas.
Conocía los resquicios donde se refugiaban las potenciales víctimas y los aprovechaba para coleccionar cuentos como trofeos ganados en batalla. Por delgados cables insertos en los cerebros se arrastraban los fluidos de la cosecha, eran como pedazos desprendidos a mordiscos de las mentes. Débiles quejidos se adivinaban entre líneas. Los escribientes se guiaban por los rastros de sus propias miserias, adición a la que se sometieron sin inocencia alguna. Al festín eran invitados hasta los que iban de paso, agotando las reservas en pocos segundos. Si alguien los llama o los invita, no contesten y apaguen las luces: el archivo madre busca su próxima víctima.
Conocía los resquicios donde se refugiaban las potenciales víctimas y los aprovechaba para coleccionar cuentos como trofeos ganados en batalla. Por delgados cables insertos en los cerebros se arrastraban los fluidos de la cosecha, eran como pedazos desprendidos a mordiscos de las mentes. Débiles quejidos se adivinaban entre líneas. Los escribientes se guiaban por los rastros de sus propias miserias, adición a la que se sometieron sin inocencia alguna. Al festín eran invitados hasta los que iban de paso, agotando las reservas en pocos segundos. Si alguien los llama o los invita, no contesten y apaguen las luces: el archivo madre busca su próxima víctima.
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