miércoles, 3 de septiembre de 2008

El caballo ardiente - Tanya Tynjälä


El Caballo Ardiente regala su lengua a doncellas y brujas. Entrega su savia aunque se sequen sus vetas y vaga sin rumbo buscando el sueño. Pero el mundo gira y la arena cae desorbitando sus ojos. (Aún recuerdo la ternura de su cuello).
No pretendas cabalgarlo al verlo pasar, detén su marcha descarriada. No mires sólo el pétalo de su piel o la luna de su cadera o el mármol de sus muslos. Mira la sal en sus mejillas, el grito en sus pupilas y el azul en su alma.
Limpia la sangre de su camino, llévalo a descansar entre las amapolas, dale de beber con tus manos el agua pura del olvido, ante de que deje de ver las estrellas.

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