PLEGARIAS
Edilberto Aldán
La sequía se prolongó tanto que los estaba aniquilando, por eso decidieron pedir la intermediación del Niño Santo. No terminaba la primera plegaría cuando una gota de agua golpeó el suelo seco. Vinieron las lluvias y devolvieron el vigor a los campos, el aliento al ganado, el ánimo a los habitantes.
El Niño siguió rezando. El agua afiebró los ríos hasta que se salieron de madre; la tierra fue una pasta donde se hundían los animales; el moho invadió las superficies y sus esporas hicieron el aire irrespirable; las mujeres parían niños con escamas y los hombres bebían para alucinar con el desierto.
Cuando decidieron detener las plegarias ya era demasiado tarde. El pueblo desapareció bajo las aguas desbordadas; sobre la cresta de una ola seguía rezando la cabeza cercenada del Niño Milagroso.
El Niño siguió rezando. El agua afiebró los ríos hasta que se salieron de madre; la tierra fue una pasta donde se hundían los animales; el moho invadió las superficies y sus esporas hicieron el aire irrespirable; las mujeres parían niños con escamas y los hombres bebían para alucinar con el desierto.
Cuando decidieron detener las plegarias ya era demasiado tarde. El pueblo desapareció bajo las aguas desbordadas; sobre la cresta de una ola seguía rezando la cabeza cercenada del Niño Milagroso.
Fotografía: J.V.Ortuño
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