Van Helsing encontró, entre las ruinas, los juguetes de Drácula. El científico habría pensado en murciélagos, hachas de aluminio, goterones de pintura roja. No los pulcros estuches con los muñecos de ventrílocuo. Abrió uno sorprendido de encontrarse con un modelo reciente. ¿Qué hacía un vampiro adulto con esas cosas? El muñeco vestía frac, se desmadejó en sus manos. Inconscientemente tomó los controles y lo vio sonreír, mover las cejas, abrir lentamente la boca a punto de decir algo. Con un estremecimiento Van Helsing pensó en el placer del monstruo al ver la madera inerte cobrar vida, al pensar que los muñecos son inmortales, mientras existan titiriteros.
Drácula y esta cosa se comprendían.
Casi no le sorprendió que el muñeco se lanzara a morderle el cuello.
Drácula y esta cosa se comprendían.
Casi no le sorprendió que el muñeco se lanzara a morderle el cuello.
1 comentario:
Eso le pasa por tocar los juguetes ajenos! Pero bueno, mientras eso de lugar a un buen cuento...
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