EL VELERO Y LAS ESTRELLAS
Jorge Márquez Flores
Reinaban la noche y sus ojillos sin pestañear. Durante semanas seguiría el Sol a babor. La capitana estudiaba la espiral logarítmica del rumbo, alineando mapas con estrellas. Cuando giró el timón, aquellas rocas que evadió se convirtieron en puntos remotos al instante. Libró los arrecifes entre la Isla Bermellón y la gran Isla del Ojo Carmesí.
El velamen ya no se hinchaba como meses atrás. Los sensores “escuchaban” el crujir de mástiles, jarcias y aparejos. Mismos nombres que en veleros de la lejana Isla Azul. Pero a escala kilométrica. El viento solar callaría en la Heliopausa, donde dominan vientos interestelares. Entonces, el equivalente a remos agitaría, en vez de agua, al espacio mismo. La curvada trayectoria se estiraría hasta alcanzar el siguiente embudo gravitacional. A estribor brillaba, con creciente intensidad, la promesa de la costa del nuevo “Nuevo Mundo”: Alfa Centauri.
El velamen ya no se hinchaba como meses atrás. Los sensores “escuchaban” el crujir de mástiles, jarcias y aparejos. Mismos nombres que en veleros de la lejana Isla Azul. Pero a escala kilométrica. El viento solar callaría en la Heliopausa, donde dominan vientos interestelares. Entonces, el equivalente a remos agitaría, en vez de agua, al espacio mismo. La curvada trayectoria se estiraría hasta alcanzar el siguiente embudo gravitacional. A estribor brillaba, con creciente intensidad, la promesa de la costa del nuevo “Nuevo Mundo”: Alfa Centauri.
Ilustración: M.C.Escher (Early work 1916-1922)
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