Una Rata que estaba por salir de su madriguera alcanzó a vislumbrar un Gato que la esperaba, y volviendo al fondo de la cueva invitó a una Amiga a ir con ella de visita a un depósito de maíz vecino.
—Hubiera ido sola —dijo—, pero no podía negarme el placer de tan distinguida compañía.
—Muy bien —contestó la Amiga—. Iré contigo. Condúceme.
—¿Conducirte? —exclamó la otra—. ¡Vaya! ¿Preceder yo a una rata grande e ilustre como tú? No, por cierto... Después de ti, después de ti...
Complacida por esta gran muestra de deferencia, la Amiga abrió la marcha y, dejando primero la cueva, fue atrapada por el Gato, que se fue con ella. La otra se alejó sin ser molestada.
—Hubiera ido sola —dijo—, pero no podía negarme el placer de tan distinguida compañía.
—Muy bien —contestó la Amiga—. Iré contigo. Condúceme.
—¿Conducirte? —exclamó la otra—. ¡Vaya! ¿Preceder yo a una rata grande e ilustre como tú? No, por cierto... Después de ti, después de ti...
Complacida por esta gran muestra de deferencia, la Amiga abrió la marcha y, dejando primero la cueva, fue atrapada por el Gato, que se fue con ella. La otra se alejó sin ser molestada.
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