Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me quiere... se iba diciendo mentalmente a medida que caían al suelo uno a uno los pétalos de la margarita. Me quiere, no me quiere, me quiere... Cayó el último ―no me quiere― y la margarita, desnuda y avergonzada, convertida en un feo tallo apétalo, supo que el chico ya no la amaba.
Tomado de Realidades para Lelos
1 comentario:
¡Vaya! Qué buena minificción, excelente. Mis más sinceras felicitaciones
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