Era gris y marrón, casi de tierra. Para las ocasiones, azul (tierra bajo la lluvia). Era unos ojos tristes en el espejo de agua, entre el trapo rejilla y la plancha engrasada del churrasco. Era las manos ásperas, calientes, coloradas y, a modo de manguito, el estropajo. Era el domingo a misa, la mujer en su casa, los ravioles de la vieja, la camisa planchada, los zapatos lustrados como espejos. Era, si, pero un día, refregando en la tabla el jean del mayorcito, descubrió la primera; y al día siguiente sacando telarañas, otras tres, y después otras diez cuando, para ducharse, se desnudó en el baño. Algunas rojas, otras amarillas, verdes, azules, livianas, suaves (las plumas), la cubrieron. Nadie la vio (nadie la veía). Después patas y pico; y de pronto, las alas. Aquella mañana en el balcón, parada en la baranda, animó un aleteo y aprovechando una corriente cálida ascendente, levantó vuelo. Y se fue alejando suavemente, casi dulcemente, hasta perderse en la inmensidad fatal de su infortunio.
Con autorización de la autora, extraído de http://serenaclara.blogspot.com/
3 comentarios:
Ella vuela hacia la libertad junto a Leticia...
Magnífico relato.
Mi abrazo Leti.
aldo.-
Gracias Aldo. Muchas gracias.
¡Qué alegría encontrar aquí este texto, que reconozco! Abrazo. Emilio
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