—¿Nuestra vida transcurre dentro de una pecera? —inquirió tristemente Jonás a la ballena, tan sólo un segundo antes de que los dientes de ésta trituraran su cuerpo.
—Puede ser —respondió con pesar el cetáceo; los restos de Jonás ya se mezclaban entre los ácidos gástricos que burbujeaban sobre el cráter de aquel volcán a punto de hacer erupción.
Tomado de: http://rojanota.blogspot.com/
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