Yo no soy Noé.
No oiré la voz que anuncia la tormenta que acabará con los hombres.
Y no tendría importancia que la oyere, porque aún oyéndola sería incompetente para entender el mensaje.
No. Yo no soy Noé. Yo no estoy loco. A mí no me hablan voces desde el más allá en medio del desierto, ni tengo el poder para reunir tantas yuntas de animales.
Yo no soy devoto, ni obediente, ni sumiso, ni amable, ni bonachón, ni un pan de dios.
Yo no.
Cuando la casa comience a inundarse, entre todos salvaremos la mayor cantidad de vidas y de cosas. Y yo entre todos. Lejos del arca donde Noé preserva la miseria del elegido que abandona a su suerte al desdichado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario