Inasequible al desaliento, San Pedro se acercó a Dios y expuso una vez más su petición en tono de súplica:
—Señor, mira a los hombres; te rezan y se sacrifican en tu nombre. Hay varios cataclismos que asolan el planeta… ¿No vas a intervenir para ayudarles?
—¡Déjame en paz de una vez! —respondió Dios—. ¡Ya te he dicho que soy agnóstico y no creo en todas esas tonterías sobre “hombres”!
Sobre el autor: Antonio J. Cebrián
2 comentarios:
genial...y si él no cree, estamos fritos...
Creer en los hombres es un acto de fe.
Muy bueno, Antonio.
Publicar un comentario