En invierno apilábamos los cadáveres por piezas. Como todos morían por estallidos y catástrofes dentro de edificios e iglesias, sus partes estaban bastante separadas de entrada. Llevábamos nuestros propios ordenadores de contabilidad para después confrontar con las cuentas de los jefes de guardia. Se llevaba el conteo de piernas, brazos, penes, cabezas, torsos (parte izquierda y parte derecha), etc. A pesar de que era necesario recolectarlas también, las entrañas no se contabilizaban. Se apilaban indiscriminadamente en una zona con mucha nieve. La razón era simple: volver a usarlas en los androides sería imposible, estaban muy dañadas, de modo que se apilaban hasta que los camiones de reciclado se las llevaran.
Yo tenía mi carpeta ilustrada con el cuadro de Brueghel Cazadores en invierno, muy orondo, hasta que me vi ahí, reconstruyendo cadáveres y recordé los tiempos en que íbamos a jugar en ese campo. Mis lágrimas no se congelaron.
Las imágenes
Héctor Ranea
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