Una noche violaron la clave de mi ordenador entrando así al sitio donde guardo mis imágenes más queridas. Pero no para robarme, sino para introducir una que fue mi perdición. Me invadieron con un holograma de Pluto e Proserpina, la versión que tanto amo de Gian Lorenzo Bernini.
Quiero que entiendan mi problema: cuando encendí a la mañana siguiente el ordenador, la imagen se proyectó, invitándome a tocarla, a hundir mis gruesos dedos en esa piel tensa de Proserpina, ese maravilloso culo sólido, contundente y ese grito tan particular, abstracto pero a la vez audible.
Desde entonces no puedo hacer más nada con mi máquina. Mi mujer me abandonó, tratándome de pervertido. Se han ido mis hijos y los gatos. A veces, como con piedad, viene a visitarme una calandria. ¡Qué inmensa la ironía de la naturaleza, que envía un saturnino a dar consuelo a una víctima de las pasiones!
Las imágenes
Héctor Ranea
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