lunes, 7 de marzo de 2011

El precio de la independencia – Sergio Gaut vel Hartman


Cuando se pusieron de moda los cochecitos de bebé autopropulsados, nadie imaginó que se produciría una revolución en las costumbres como la de los sesentas del siglo veinte, cuando se modificaron la sexualidad, los gustos musicales y la ropa. La idea original había sido facilitar la socialización de los pequeños y fomentar su independencia. Pero en cuanto los guachitos le tomaron el gusto al asunto ya no hubo forma de pararlos. Desde entonces, tanto puede tocarte ser la madre de un bantú de cabello rizado, de una criatura de ojos rasgados o de un nórdico de las costas del ámbar. Los registros civiles comenzaron a usar siglas para identificar a los recién nacidos y la policía reprimió manifestaciones de conservadores ultramontanos que pretendían que las cosas volvieran a ser como en los viejos tiempos. Los infantes, encantados; nadie le niega un dulce o un helado a su nuevo hijo.

2 comentarios:

El Titán dijo...

La dictadura de la prole...

muy bueno, Sergio...

Myriam dijo...

Me pareció muy buen texto por la idea y por el ritmo.
Un saludo
Myriam Goluboff Scheps(Miriam Chepsy)