Cuando perdió el reloj (y la mano con él) estuvo seguro que, de ahí en más, el cocodrilo no volvería a sorprenderlo, merced al tic-tac que precedía sus ataques. Lo que Garfio no había previsto es que a él se le acabaría la cuerda al mismo tiempo que al reloj.
viernes, 19 de septiembre de 2008
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